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jueves, octubre 13, 2005

La pequeña muerte
Verdades y mitos sobre el orgasmo

Es gratuito. Para muchos se convierte en una potente droga, igual de necesaria que el aire. Desde las células Eukaryotes hasta Mussolini todos lo hemos buscado. El escritor ingles Jonathan Margolis acaba de lanzar "O: la historia íntima del orgasmo" (Emecé). Pase y disfrute de unos minutos de placer.

Franco Fasola
Sally: La mayoría de las mujeres, alguna vez, ha fingido un orgasmo.
Harry: Ninguna mujer ha fingido conmigo.
Sally: Sí, claro, tienes razón. Lo olvidaba, tú eres hombre.
Harry: ¿Y qué se supone que significa eso?
Sally: Nada. Es sólo que todos los hombres están seguros de que nunca les ha ocurrido a ellos y todas las mujeres en algún momento han fingido mientras ustedes intentan frenar la eyaculación.

Harry mira incrédulo. Está en medio de una cafetería camino a Nueva York junto a su amiga Sally, quien comienza una explosión orgásmica. Falsa, pero orgásmica. La escena pertenece al clásico Cuando "Harry conoció a Sally" de Rob Reiner.

Es ese incontrolable “momento” fingido por Sally el que ha fundado y destruido matrimonios y dinastías, inspirado a todas las artes y matado a millones por el sida. Es el gran anhelo que levanta la industria de la moda, el porno y el sexo. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, cada día hay más de cien millones de actos sexuales en el mundo. Otro calculo sostiene que, considerando el crecimiento poblacional, desde el año 98 mil A.C., el ser humano ha mantenido relaciones sexuales mil doscientos billones de veces hasta hoy. Pero vamos a la fisiología: el cuerpo se contrae involuntariamente. Los espasmos duran pocos segundos. El gran flujo sanguíneo hace que los genitales aumenten su volumen. El pulso se acelera. Se abre la boca. Los pies se tuercen, la frente se llena de sudor. Los orificios nasales se ensanchan.

Lo que esta pasando no es una pesadilla nocturna. Estos son algunas de las sensaciones que envuelven al conocido y buscado orgasmo. En el clímax, los cuerpos de los amantes se contraen cada 0.8 segundos. Una calidez inmensa comienza a envolver la cintura y el pecho. ¡Ahhhhhhhhh! Para los hombres es la mejor descarga del mundo. Para las mujeres es un dique rompiéndose. Luego viene un sopor. El cansancio, el reposo y el adormecimiento. Jonathan Margolis, autor de "O: Historia íntima del Orgasmo" (2004, Emecé), plantea que el orgasmo es casi un oasis en medio del desierto. “Si tenemos en cuenta a hombres y mujeres, dura un promedio de diez segundos cada uno. Con frecuencia media de uno o dos actos sexuales semanales, la mayoría de los seres humanos experimentan sólo veinte segundos de orgasmo por semana”.

Tiritón histórico

Al igual que Harry y Sally, cuando se habla sobre el orgasmo, hombres y mujeres discuten e intentan entender cómo funciona el cuerpo del otro. De hecho, las mujeres suelen unir la eyaculación masculina (expulsión del fluido seminal) con el orgasmo que ellas aman y su historia es más antigua que el hilo negro.

Desde que hace más de mil 500 millones años, en las profundidades del mar, aparecieron los primeros amantes: los Eukaryotes, una especie de gota unicelular que comenzó a desatar la carrera por el orgasmo. De ahí a Adán y Eva, el hombre se ha diferenciado del resto de los animales gracias al orgasmo. El pene del hombre es el más grande de todos los primates.

La famosa escena del orgasmo simulado por Meg Ryan en Cuando Harry conoció a Sally dejó helados a millones en 1989. En las antiguas civilizaciones, el clímax sexual jugó un papel de suma importancia. Según Margolis, “los griegos estaban aterrorizados por la insaciabilidad y la energía sexual femenina. Los Bacantes de Eurípides, trata sobre el temor masculino de que las mujeres, en la lujuria por el placer, separaran las caderas del hombre de lado a lado. Las jóvenes vírgenes en la pubertad eran consideradas salvajes”. En tanto, en la antigua China, “Los hombres les explicaban a las mujeres que el sexo era beneficioso para ellas y que las relaciones insatisfactorias podían dañar su bienestar. Los taoístas sostenían que a mayor cantidad de compañeras sexuales, mayor sería el beneficio para los hombres”.

La historia griega cuenta que Tiresius tuvo una experiencia por la que muchos hoy matarían: luego de vivir siete años en el cuerpo de una mujer, el personaje se dio cuenta que las mujeres disfrutaban sexualmente más que los hombres. Zeus, el jefe del Olimpo lo invitó para que contase su experiencia. Luego de contar tan poco alegre noticia, su castigo fue drástico. Quedó completamente ciego.

El señor clítoris

Tiresius pagó caro su relato frente al machista Zeus. El tiempo ha pasado y las investigaciones igual le dan la razón. La mujer disfruta más del clímax que el hombre. El clítoris y sus ocho mil nervios completamente dispuestos para dar placer puede ser la explicación más verosímil. Aunque desde el punto de vista fisiológico el orgasmo femenino no se diferencia tanto del masculino -también existe un fenómeno análogo a la erección y a la eyaculación-, quien marca la diferencia es el nunca bien ponderado clítoris.

Jonathan Margolis plantea que la búsqueda del clímax rige gran parte de la vida del ser humano.
Aunque muchos no lo crean, fue un médico veneciano de apellido Colón quien en 1559 descubrió este ínfimo órgano que es la mayor fuente de placer femenino. El novelista y psicoterapeuta argentino Federico Andahazi desarrolló irónicamente este tema en su libro El anatomista (1997, Planeta). Según Andahazi, Mateo Colón, el descubridor del clítoris, descubrió en España una mujer que tenia un pene “diminuto”. Colón decía que el órgano “estaba inflamado y húmedo; palpitaba”. Luego de muchas investigaciones, el médico veneciano se dio cuenta que todas las mujeres tenían clítoris. Al comunicar su hallazgo al Decano de su Facultad en 1538, Colón no recibió el que debería haber sido un Nobel de medicina: su premio fue varios días de arresto por hereje y satánico.

Mejor suerte corrió un contemporáneo suyo: Gabriel Falopio -el mismo de las trompas- que durante la primera epidemia de sífilis conocida, inventó el condón o preservativo. Originalmente creado para protegerse de la epidemia y no para la anticoncepción, Falopio recomendaba que el hombre, cada vez que mantenía relaciones debía lavarse los genitales “o limpiárselos con un trapo”.

Volviendo a la mujer, anatómicamente el poderoso orgasmo femenino alcanza un área mayor que el masculino. Margolis, define esta máquina de placer como una “red erótica” conformada por el clítoris, los labios vulvares y el perineo, la vagina exterior, la región anal y el punto G; todos los cuales se encuentran al servicio de cuatro o cinco densos grupos de venas y nervios que conforman un solo órgano altamente sensitivo. En 1972, un artículo publicado en el Journal Research of Sex identificó tres clases de orgasmo: Vulvar, uterino y combinado. Cuando el clímax está por llegar, el rostro de la mujer pasa de la rigidez a la distorsión de las facciones. La respiración se hace densa, los orificios nasales se ensanchan. Comienzan a pronunciar palabras discontinúas, cargadas de emoción. En La respuesta sexual de los humanos (1996) William Masters y Virginia Jonson sostienen que “una mujer normalmente se satisface con 4 ó 5 orgasmos”. De hecho, diversos estudios demuestran que es claramente inusual que las mujeres alcancen el clímax sólo a través de la fricción de la penetración.

Cuando las mujeres tratan de explicar qué sienten cuando tienen un orgasmo, hablan de una súbita euforia, un fuego, ven prados con rosas verdes, o el mar rugiendo.

Shere Hite, autora del Informe Hite, y Alfred Kinsey, zoólogo de la Universidad de Indiana han coincidido y demostrado que la estimulación manual del clítoris es la mejor y quizá la única forma de alcanzar el orgasmo. Kinsey aseguró: “las técnicas de masturbación están destinadas a lograr el orgasmo, mucho más que las técnicas del coito”. En el citado informe, una de las entrevistadas describe un orgasmo como “algo que me recuerda la ruptura de una represa: tengo contracciones en mi interior y una sensación líquida”.

Urgente descarga

A la hora del orgasmo, en la mujer predominan los instintos románticos. Aunque esto no necesita mayor comprobación, en el hombre sucede totalmente lo contrario. Así los demostraron E. Vance y N. Wagner en Archivos del comportamiento sexual (1976), quienes plantean que dentro de los estímulos que pueden ayudar al hombre al orgasmo, está la violencia. Los tejidos nerviosos del cerebro asociados al deseo sexual estarían tan relacionados con los de la violencia, que muchas veces se hace difícil separarlos.

Un ejemplo de esto puede ser el Governator de California: en el documental sobre la vida de Arnold Schwarzeneger Levantando pesas (1997), el musculoso actor reconoce que ejercitar los bíceps es tan estimulante y gratificante como la eyaculación.

Durante 14 años, Benito Mussolini tuvo relaciones sexuales con más de 5 mil mujeres. Sus necesidades eran imperiosas.

Otro que en la historia será recordado como un macho sexualmente violento será el dictador italiano Benito Mussolini. En A New Life, la biografía escrita el año 2003 por Nicholas Farell se asegura que Il Duce tuvo relaciones sexuales con una mujer diferente todos los días durante 14 años. Si así fue, Mussolini estuvo con más de 5 mil mujeres desde 1929 hasta 1943. Tal era su necesidad de liberar sus impulsos sexuales que el dictador italiano ni siquiera se sacaba los pantalones para penetrar a las mujeres que elegía a dedo y en la calle.

Como lo demuestra Mussolini, en los hombres la dependencia física del orgasmo es mucho mayor que en la mujer. De hecho, todo el negocio de la prostitución se basa precisamente en este principio. La erección es el lugar donde se produce la mayor congestión vascular en el cuerpo. El volumen de sangre aumenta once veces. Un hombre medio en occidente tiene 11 erecciones diarias causadas por estímulos imaginarios. Hombres o mujeres: menos palabras y más acción. Terminen de leer esto y vayan a lo suyo. ok?

La loca geografía orgásmica

Acá una pequeña lista de datos sobre el instante que más placer da a la humanidad:
· 25 calorías se pueden llegar a quemar por coito.
· Oxitocina se llama la “hormona del amor”, que hace que se produzca la leche materna, y que fluye constantemente durante el orgasmo.
· Entre 2 y 4 segundos duran los espasmos musculares de la vagina en el momento del clímax.
· Un hombre produce 125 millones de espermatozoides por día. A lo largo de su vida, el macho humano produce 64 litros de semen.
· En experimentos de laboratorio se ha comprobado que la mayoría de las mujeres necesitan al menos una hora de estimulación para alcanzar el orgasmo. En la práctica, el tiempo medio se reduce a 20 minutos.
· Los niveles de estrógeno y testosterona (catalizadores físicos del deseo) se encuentran al máximo en el amanecer. Pero en la cultura occidental la hora promedio en que se hace el amor es las 11 de la noche.

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