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domingo, octubre 30, 2005

La Factory de Warhol.

18 mil personas han visitado exposición del creador del pop art

Underground, glamour y anfetaminas

Recordado por inmortalizar objetos cotidianos e ídolos de la vida pública americana, el artista es sobre todo el inventor del espacio revolucionario del Factory: la primera oficina de trabajo artístico contemporánea. Andy fue el jefe de una “industria” de drogadictos, marginales y estrellas de Hollywood que participaron en instalaciones y películas dirigidas por un genio con peluca. Un genio, de los muchos que se no se ven, de los pocos que se reconocen.


El recorrido artístico de Warhol se desarrolla exclusivamente en el momento en que New York se convierte en la capital mundial del arte. Ahí, Andy se transforma en el personaje más conocido y reconocido de un mundo artificial hecho de glamour, extravagancia y anfetamina.

Construyendo, día a día, y durante casi treinta años, su personaje público, el artista se liga a los ambientes “underground”, jugando un papel activo en el mundo de la música, el teatro y el cine. Desde su irrupción en el mundo artístico de la mitad del siglo XX, Warhol se transforma en un mito gracias a su obra, su extravagancia y sus provocaciones.

Masa consumista

Su iniciación a la pintura se remonta a los años sesenta, después de una consolidada carrera en el mundo del diseño gráfico. En su pintura Warhol utiliza las imágenes como testigos del consumismo de masa, hasta a la saturación. Es esta capacidad de mutación-destrucción de las imágenes por saturación, su gran logro artístico. El sujeto y el autor ya no tienen importancia, sólo existe la imagen “pura” deshabitada de su carga simbólica, de su compromiso social, político y estético. El fin era multiplicar estas imágenes al infinito, sobre todos los soportes posibles, augurándose que esta profusión las deshumanice totalmente vaciándolo de sus significaciones. El gesto mecánico de la reproducción se substituye al acto creativo, todo es expediente figurativo, desde las divas de Hollywood hasta los accidentes de aviones. Al entrar en el universo warholiano el sujeto/objeto se anula creando un lugar democrático donde famosos y desconocidos, vida y muerte, ocupan el mismo espacio pictórico vaciado de su significación intrínseca, alterando las imágenes en un baile sin ritmo, transmitiendo a quien las mira este sordo ruido de un electrocardiograma plano.

Divas por una noche

En los años sesenta empieza su etapa “Fame and Fortune”, un período muy fértil, caracterizado por una repetición excesiva de imágenes fotográficas serigrafiadas. Para hacer frente a esta producción y a las demandas crecientes de sus obras, Warhol se vale del apoyo de varios ayudantes, transformando su taller en una verdadera fábrica. Bajo la guía de un Andy, gerente de producción, un pequeño ejército de jóvenes entusiastas ejecuta los tirajes de sus grabados, que podían llegar a una producción de más de 2 mil ejemplares por semestre. Nace el Factory que se puede considerar como la primera oficina artística, donde todos los integrantes trabajan incansablemente para entregar el producto Warhol.

El primer taller denominado “Silver Factory”, debido a que los muros estaban enteramente recubiertos de color plateado, se situaba en la calle 47 y fue creado por el artista en el 1963. Galería de exposición, set cinematográfico, sala de proyección, sala de concierto, discoteca. En este lugar el jet-set newyorkino se mezclaba con los jóvenes drogadictos y depresivos que rodeaban al artista de forma habitual. En las míticas fiestas en las cuales todas las clases sociales se abolían a favor del estatuto igualitario de “Superstar”, al cual accedían los huéspedes de esta fábrica de sueños y divas de un día.

Las puertas del taller estaban siempre abiertas, día y noche el lugar era concurrido por gente de todo tipo y extracción social, convirtiéndose en el único lugar al mundo, donde se entraba desconocido y se salía superstar. Cada uno en el Factory tenía su especialidad, Lou Reed y Nico eran cantantes, Ultra-violet artista plástica, Malanga poeta, Mapplethorne fotógrafo, y todos hacían de todo, aplicación de colores a las serigrafías, secretariado, relación pública, actuación.

Más que el aspecto “glamour” y sensacionalista, del Factory, hay que evidenciar la peculiaridad artística de este lugar de creación comunitaria y colectivista que era al mismo tiempo, lugar de todos y “One Man Land”: Andy Warhol.

El artista elige sumergir su individualidad en el grupo a fin de burlarse una vez más del concepto de unicidad de la obra de arte. El Factory no era otra cosa que, un lugar donde residía un colectivo ecléctico de artistas que respondían al nombre de Andy Warhol. Aquí se producían auténticas copias de copias de obras del artista, gracias a la ayuda de un equipo humano que se beneficiaba diariamente del reconocimiento internacional del artista. La condición sine qua non, para estar en el Factory era la de vivir a la sombra de un apellido que nunca iba a ser el suyo.

Varios fueron los discípulos que se separaron, no sin polémicas, de la fuerte presencia del artista. Finalmente la cosa más difícil no era entrar en el Factory, si no más bien, salir de él y desarrollar su propia personalidad, su propio estilo. Tras la muerte del artista en febrero de 1987, la mayoría de estos jóvenes volvieron al anonimato del que el genio con peluca los había sustraído.

Caros monumentos al vacío

Warhol sigue sorprendiendo por su perfecta cotización en el mercado artístico internacional, desde que en el 1998 una “Orange Marilyn” fue vendida en Sotheby’s a 17,3 millones de dólares, el precio de su obra en las subastas no para de crecer. Esta obra había sido comprada anteriormente al “marchand de art” neoyorkino Léo Castelli por la ridícula suma de 2.500 dólares, impresionante plusvalía en el giro de pocos años. Hoy en día, el artista logra mantenerse en la cumbre de las mejores ventas de subasta.

Si es verdad que la obra de Warhol cambia frecuentemente de propietarios, es también cierto que las obras más importantes y emblemáticas se hacen escasas en el mercado, lo que es una paradoja para el artista de la reproducción al infinito de su propio trabajo.

La obra de Warhol parece desafiar las reglas que rigen el mercado del arte, que establecen que el factor determinante en el precio de una obra de arte es su rareza.

Una vez más el artista, es la excepción que confirma la regla, su obra se vende bien porque hay una demanda muy elevada que hace que su cotización de mercado crezca en vez de disminuir, y se hace escasa porque no se recicla en el mercado, lo que significa que la oferta no puede satisfacer la demanda. Sin embargo, el setenta y dos por ciento de la producción del artista que circula en las ventas públicas, es constituida por litografías, que obviamente son menos costosas que las telas. Ochenta por ciento de estas obras se negocian a menos de diez mil euros. A parte del tema y el editor, el precio depende del número de las tiradas y de la calidad de la impresión.

Warhol estaría feliz de saber que su obra sigue generando dinero, y que su propósito de privarla de toda significación conceptual reduciéndola a un mero producto de mercado sigue vigente, el único punto, que si estaría fallando es el principio del arte como producto de masa, ya que solo pocos privilegiados tienen los millones de dólares necesarios para que su “monumentos al vacío” llenen las paredes de su casas.

En acción


“Andy Warhol: obra gráfica, documentos y films” permanecerá abierta en Museo de Bellas hasta el 18 de diciembre y en Espacio ArteAbierto hasta el 16 de diciembre.

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