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sábado, noviembre 05, 2005

Chomsky, ese profesor molestoso.

La revista “Prospect” encargó a Foreign Policy una encuesta mundial para elegir al mejor intelectual público del mundo. Ganó Noam Chomsky. Pero, como suele ocurrir, muchos lo citan y pocos lo han leído. Y como lingüista, mucho menos. Pero sin duda tiene la capacidad de irritar, porque es la piedra en el zapato del poder. Presentamos dos miradas críticas de su obra. Pero antes, si no lo conoce, le daré una pequeña introducción de un periodista norteamericano. Con Uds. el sr. Noam Chomsky....



"...Según el Chicago Tribune, Noam Chomsky es "el autor vivo más citado del mundo". Entre las luminarias intelectuales de todos los tiempos, Chomsky es colocado octavo, justo detrás de Platón y Freud. En internet, hay más chats sobre Noam Chomsky que sobre el vicepresidente Dick Cheney y 10 veces más que sobre líderes demócratas del Congreso como Richard Gephardt o Tom Daschle. Un pequeño panfleto (libro) de Chomsky – "Lo que quiere realmente el tío Sam" – ya ha vendido 160.000 copias pero esto sólo representa la punta del iceberg de Chomsky. Su venenoso mensaje es difundido en casettes y discos compactos, en el circuito de conferencias universitarias, y es promovido en los conciertos de rock por bandas de superestrellas como Pearl Jam, Rage Against the Machine o U2 (cuyo principal cantante Bono llama a Chomsky "un rebelde sin pausa"). Chomsky es el ídolo de actores como Matt Damon; el supuesto genio que interpreta en El indomable Will Hunting lo inviste de una máxima autoridad política. Entonces... ¿Para qué ser apenas un hombre cuando se puede ser un fenómeno?”

(Bertoldt Brecht)



En contra
Oliver Kamm (Columnista de “The Times”)

En su libro “Intelectuales públicos: un estudio de la degeneración”, Richard Posner observa que “un académico exitoso es capaz de usar su éxito para influir en el público general respecto de temas acerca de los cuales sabe tanto como un idiota”. A juzgar por las cáusticas observaciones que hace en otras partes del libro, se refería a Noam Chomsky. No estaba equivocado.

Chomsky sigue siendo la figura más importante en la lingüística teórica, y es conocido por sus ideas que señalan que el lenguaje es un sistema cognitivo y el resultado de una capacidad innata. Mientras que esas ideas gozan de una amplia popularidad, muchos lingüistas las rechazan. Frederick Newmeyer, un adherente de las ideas de Chomsky hasta los años ’90, observa: “Uno se queda con la sensación de que la retórica cada vez más triunfante es inversamente proporcional a los resultados empíricos que puede señalar”.

Los lectores de “Prospect” que votaron por Chomsky conocerán su preeminencia en lingüística, pero lo más probable es que sólo hayan leído sus múltiples críticas populares de la política extranjera occidental. La conexión, si es que existe, entre la lingüística y la política de Chomsky es tema de debate, pero una conexión obvia es que en ambos ámbitos usa argumentos dudosos inflados con una retórica extravagante.

El primer libro de Chomsky acerca de política, “El poder americano y sus nuevos mandarines” (1969), tiene sus orígenes en la protesta contra la guerra de Vietnam y fue más allá de la crítica corriente de la izquierda del imperialismo estadounidense y declaró que “lo que se necesita [en Estados Unidos] es una especie de desnazificación”. Aunque no clasifica a Estados Unidos como una sociedad abiertamente represiva, afirma que es un lugar donde “el dinero y el poder son capaces de depurar las noticias, eligiendo las que son adecuadas para imprimir y marginando la disensión”, cuya conducta se asemeja a la de la Alemania nazi. En su más reciente libro, “Ambiciones imperiales”, sostiene que “las razones que Estados Unidos ofreció para invadir [Irak] no son más convincentes que las de Hitler”.

Después del 11 de septiembre de 2001, Chomsky usó una extravagante aritmética para hacer una comparación entre la destrucción de las torres gemelas y el bombardeo durante el Gobierno de Clinton de Sudán, cuando una fábrica farmacéutica, equivocadamente identificada como una fábrica de bombas, fue destrozada y un guardia nocturno murió como resultado. Cuando la coalición encabezada por Estados Unidos bombardeó Afganistán, Chomsky señaló que el hambre generalizada era una política estadounidense diseñada a conciencia, y declaró que “se están haciendo planes e implementando programas a sabiendas que podrían resultar en la muerte de millones de personas en las próximas dos semanas… con indiferencia y sin una mayor consideración al respecto”. Ofreció este juicio sin evidencia.

En “Una nueva generación dicta las reglas: Kosovo, Timor Oriental y los estándares de Occidente” (2000), Chomsky, sarcásticamente, exhorta a los adherentes de la intervención de la OTAN en Kosovo a que insten el bombardeo de Yakarta, Washington y Londres a fin de protestar por la subyugación de Timor Oriental por parte de Indonesia. Si fuese necesario, afirma, los ciudadanos mismos debían efectuar los bombardeos y “tal vez unirse a la red de Bin Laden”. Poco tiempo después del 11 de septiembre de 2001, el teórico político Jeffrey Isaac se refirió a estas declaraciones afirmando que aunque eran metáforas, “uno se pregunta si Chomsky alguna vez consideró la posibilidad de que alguien que no ostente el mismo rigor lógico podría leer su libro y llegar sin mayor miramiento a la conclusión de que es necesario bombardear Washington”.

El problema en sí no son las críticas, sino el uso posterior que Chomsky les da para racionalizar su oposición a los esfuerzos de Occidente por detener el genocidio en otros lugares. Si las obras políticas de Chomsky meramente expresaran una idea fija, se habrían convertido en un suplemento a su carrera como intelectual público. Pero Chomsky cuenta con adherentes incondicionales entre aquellas personas con una educación a nivel universitario, y sobre todo entre estudiantes jóvenes, y juicios que gozan de una apariencia académica están al borde de lo patológico. Chomsky ha afirmado que la responsabilidad de los medios de comunicación es “seleccionar los hechos, o inventarlos, y ofrecer las conclusiones solicitadas de tal forma que no sean demasiado absurdas, al menos para las mentes adecuadamente entrenadas”. De hecho, ésta es la mejor síntesis de su propia práctica. LND


A favor
Robin Blackburn (“Prospect”)

El voto arrasador a favor de Noam Chomsky como el mejor “intelectual público” del mundo no debería ser sorpresa para nadie. ¿Quién podría igualarlo en cuanto a sus logros intelectuales y coraje político?

Son pocas las personas que transforman un campo de estudio, como ha hecho Chomsky en el ámbito de la lingüística. El trabajo científico de Chomsky aún es polémico, pero nadie pone en duda sus inmensos logros. No sólo transformó el estudio de la lingüística en los años ’50 y ’60, sino que ha permanecido en la vanguardia de la polémica y la investigación.

Indiscutiblemente, la enorme admiración por Chomsky que queda manifiesta en los resultados de la encuesta de “Prospect” no se debe sólo o principalmente a sus logros intelectuales. Más bien, se debe a que es un pensador brillante que está dispuesto a apartarse de sus estudios para dedicarse a exponer los altos crímenes y delitos menores de Estados Unidos, el país más poderoso del mundo, y su complicidad con gobernantes mercenarios y brutales de cuatro continentes durante más de medio siglo.

Algunos, tal como Paul Robinson escribió en el “New York Times Book Review”, creen que existe un “problema Chomsky”. Por una parte, es el autor de profundas contribuciones a la lingüística. Por otra, sus declaraciones políticas son a menudo “enloquecedoramente ingenuas”.

Chomsky se esfuerza por mantener sus análisis políticos simples, pero no a costa de la evidencia, la cual puede citar abundantemente si se le solicita. No obstante, sigue siendo “enloquecedor”, al igual que el programa minimalista debe serlo para sus colegas científicos. La aparente sencillez de los juicios políticos de Chomsky, su oposición “predecible” o incluso “automática” a la intervención militar de Occidente, sobre todo de Estados Unidos, podría parecer simplista. Sin embargo, se basan en una cantidad enorme de evidencia y un relato sucinto de cómo el poder y la información se comparten, distribuyen y niegan. Por lo general, Chomsky comienza con una afirmación de una absoluta simplicidad que elabora hasta crear un relato intrincado de las distintas funciones que los gobiernos, militares, medios de comunicación y empresas desempeñan en la gestión del mundo.

El cuento de Andersen del pequeño niño que, ante la furia de los cortesanos, señaló que el emperador estaba desnudo, tiene un gustillo chomskyano, no sólo porque habla de decir la verdad ante el poder, sino porque aquella mirada simple e infantil resultó ser más aguda que la sofisticada mirada adulta.

En la política, la mirada infantil sería capaz de ver más allá de la pomposidad humanitaria y democrática, hasta percibir los tristes resultados de las intervenciones militares occidentales: Estados destrozados, gangsterismo, narcotráfico, rivalidad entre las élites para ganarse el favor de los ocupantes, un odio comunal y religioso vicioso.

Chomsky, abiertamente, confiesa que prefiere “trivialidades pacifistas” a la mentira beligerante. Como resultado, algunos lo han acusado erróneamente de ser “pasivo ante el mal”. Pero ni el apartheid en Sudáfrica, ni el estalinismo en Rusia, ni las dictaduras militares en gran parte de América Latina fueron derrotados o desmantelados por el bombardeo ni la invasión. Chomsky no tuvo problema alguno en apoyar las eventualmente exitosas campañas contra el apartheid, o a favor de la retirada de Indonesia de Timor Oriental. Él, simplemente, se opone a poner a soldados estadounidenses en riesgo, o sea donde hagan daño y adquieran un gusto por aquello.

La victoria de Chomsky en una encuesta no debería ser sobreestimada. No obstante, al igual que el triunfo de Marx en la competencia de la BBC por el “mejor filósofo”, muestra que las personas pensantes aún se sienten atraídas por el impulso crítico, sobre todo cuando se dirige en forma constante contra la tendencia hacia una forma única de pensar a nivel global. La lista de “Prospect/FP” ofreció pocos críticos de la política extranjera de Estados Unidos, lo que posiblemente le dio una leve ventaja a Chomsky. Pero ningún cambio en la lista habría alterado los resultados. Los editores calcularon mal el ánimo y capacidad de discernir de sus lectores.


Es el intelectual más importante del mundo, en estos tiempos de guerra, desesperanza, miseria, cobardía, intereses vagos y malditos, en dónde matar ya no es malo. ¿Cuantas preguntas me hago Yo, con respecto a este autor? Muchas.... Si Ud., Sra, Srta. Sr. se dirije a esta página usualmente a leer estas cosas, me gustaria su opinión. ¿Que piensa del mundo actual?

Misterio.

Photo: Noam Chomsky, Chennai, India, November - 2001.

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